Luego de haber derramado sangre en demasía en el desierto de Dubnia, Kiang decidió volver al Archipiélago Del Fin del Mundo para seguir buscando esa famosa x del mapa. Pero se encontró con que otros imperiales trataban de colarse en su territorio, en las desoladas praderas de Corinia.
Kiang Matazombies no dejó descansar a sus ogros, que corrieron alegremente a la guerra con la promesa de poder devorar algunos pequeñajos. Esta vez acompañados de los nuevos jinetes de rinobueyes que se habían unido a su tribu ante la promesa de tesoros.
Fue de lo más extraño, los Matazombies nunca se habían enfrentado a tanta magia y tanto disparo. Casi la mitad del ejército sucumbió al fuego enemigo antes de poder entrar en combate. Primero el Cazador soportó cañonazo tras cañonazo, cabeceando, parando con el pie, o simplemente esquivando las duras balas de cañón. Permitiendo así que sus compañeros avanzasen ante la lluvia de bolas de fuego y demás hechizos, hasta que terminó muriendo.
Pero permitió que Kiang cargase al tanque de vapor y lo destrozase él sólo, sin ayuda de sus Comehumanos, que quedaron totalmente desmoralizados al no poder volver a pegar ni devorar nada en toda la batalla, ya que los imperiales permanecieron lejos de ellos toda la tarde.
También ellos terminaron muriendo bajo el terrible fuego de los imperiales de Hans, si bien Kiang soportó un par de cañonazos en la cabeza, como si se tratase del famoso ogro Heinze.
Los jinetes, por su parte, se llevaron por delante a la caballería imperial, manducando caballos, armaduras y jinetes. Tan satisfechos quedaron, que luego no llegaron a cargar nada más, y serían acribillados por el fuego imperial y liquidados por la carga de otra caballería vengadora.
La tarde no pudo ser más turbia para Ren Culoasesino, hijo no reconocido de Kian. No sólo tuvo que ver cómo todas las unidades que cargaba huían despavoridas, sino que las que intentaban acercarse a él con ánima de lucha, también morían de miedo y quedaban congeladas.
Pero el famoso Helblaster y los magos no tuvieron problema en destrozar su unidad de tripasduras. Él mismo mordería el suelo ante el fuego de los arcabuces luego de hacer huir a la dotación del Hellblaster.
Dura tarde para los Matazombies, pero han aprendido valiosas lecciones que aplicarán en futuras batallas. Ahora las pinturas realistas que tomó este humilde escriba que observó la batalla desde una torre vecina.
Ogros toro que tentaron a los imperiales y los dejaron luego listos para Kiang y los comehumanos:
La carga mortal de los jinetes de rinobueyes (los jinetes habían ido al baño, justo )
El carro papal con el general Hans, esquiva a Kiang y sus comehumanos:
Ren Culoasesino resiste solo el fuego enemigo
El final de Kiang, sangucheado y el rinobuey que quedaba vivo, y sería arrazado
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