Batalla jugada en La Guardia Argeva
Kiang Matatanques quedó tan satisfecho durante la última comilona de skavens, que se olvidó de su adicción por ellos. Pero esto le despertó su otra adicción reciente: los tanques de vapor. Para ello decidió así de golpe invadir Dubnia, ya que el tanque de vapor que construían allí era su favorito, un pedazo del último que había matado lo lleva en la espalda actualmente, incluso cuando duerme.
Ren Culoasesino, hijo no reconocido de Kiang, tiene bastante cerebro para ser un ogro, y recurrió a mí para que convenciese a su padre de que no invada a la región imperial de Dubnia, con la que estaban en buenas relaciones desde la última batalla que habían peleado juntos contra los enanos.
No hubo caso. Kiang volvió a liberar a sus dos gigantes para esta batalla, y también al enigmático Zapatos de Oro.
Grande fue la decepción de Kiang cuando vio que los dubnios no habían traído tanque de vapor, sino abundantes cañones y morteros, y lo que fue peor trajeron de esos “mosquitos asesinos”, como llaman los ogros a los francotiradores imperiales que usan los afamados rifles Hochland.
Los mosquitos asesinos y los mosquitos comunes (los arcabuces), hicieron mucho daño en las filas ogras, ya que llegaron todos bastante mal heridos al combate cuerpo a cuerpo.
Zapatos de Oro se separó del grueso de las fuerzas matazombies, y apuntó a la unidad más importante de los dubnios, todo cuanto no había que hacer. Logró esquivar un cañonazo certero que fue a caer a sus pies. Ante la mirada de los soldados dubnios, escupió la bola de cañon y les mostró su trasero.
Así fue que su unidad de ogros toro recibió la mayoría de los disparos de mosquitos, y él mismo quedó muy mal herido por los mosquitos asesinos. Tanto que terminó muriendo fácil, y perdiendo su unidad completa bajo las oscuras artes de la magia del Conde Elector, quien recurrió a su infame espejo de Van Hortsmann.
Por el otro flanco, el tirasobras hizo un par de disparos certeros que diesmaron las filas dubnias. Los gigantes recibieron mucho disparo, pero pudieron llegar a matar a un cañón y un mortero imperiales.
El frente fue para Kiang y Ren, que fueron nuevamente en la misma unidad. Fue Ren, sin embargo quien peor suerte corrió, ya que recibió muchos disparos de mosquito asesino antes de llegar a combate. Sin embargo pudieron aniquilar una de las grandes unidades de infantería, y otra de alabarderos, para terminar el combate frente a la unidad del Conde Elector, quien recurrió otra vez al “desagradable espejito”. Pero Kiang resistió, así como su unidad, hasta que el sol empezó a ocultarse y ambos generales dieron por terminada la batalla.
Mención especial para los skaven matazombies, que resistieron contra un grupo de arcabuceros trabándolos toda la batalla.
Aquí un registro visual de la batalla inmortalizado por el escriba Vecors Scriptus, que esta vez no se perdió la batalla, la que presenció desde lejos, apoyado contra la pared de una casa derruida.
Aquí el despliegue de las fuerzas del imperio de Dubnia arriba y los ogros Matazombies abajo.
Primer avance de los ogros, el Imperio no se mueve, pero recibió un certero disparo del tirasobras, notese la diferencia entre los bloques de una foto y la otra, los gigantes y el tirasobras resistieron duros ataques de cañones
Empieza el combate, el imperio dispara con todo lo que tiene, francotiradores con hochland incluidos
Los ogros avanzan bajo el fuego de arcabuces y ballestas
Las filas dubnias van perdiendo hombres y máquinas, pero hacen mucho daño a los ogros también
Nótese el estandarte de batalla, cómo fue el único que quedó vivo de la carga demoledora de los ogros, si bien el pobre prefirió salir huyendo a morir como un valiente
Las fuerzas se preparan para el último encuentro del día (el gigante moriría bajo el fuejo de 30 disparos de los batidores)
Aquí ya el combate final en el que Kiang se vería estafado por el ignomioso espejito mágico, pero sobrevivió así como sus valientes ogros toro, no así el pobre Ren, que había quedado debilitado por los cobardes francotiradores
La imagen final, nótese arriba a la izquierda, quien les escribe, cerca de la casita, que resultó estar habitada, por una guapa cocinera dubnia que hizo unas tortasfritas mientras el sol se ocultaba ensangrentado: